sábado, 23 de mayo de 2009

Los insultos son más dolorosos que las espadas.

Si lo pensamos cuidadosamente, tanto los resentimientos como los conflictos se inician con palabras hirientes. Algunas disputas triviales pueden volverse en desastres por palabras malvadas
De acuerdo a un dicho, palabras amigables dichas a otros son como telas que abrigan, en cambio palabras agrestes, traerán mucho más dolor que el de las espadas.
Había una vez un muchacho de mal temperamento. Su padre le dio una bolsa de clavos y pidió al joven que los clavara en la verja del patio cuando esté de mal humor. El primer día, clavó más de 30 clavos. Después de eso, disminuyó gradualmente la cantidad de clavos y poco a poco él descubrió que era más fácil controlar su temperamento que clavar clavos. En realidad, el temperamento de una persona puede ser suprimido. Esto requiere ser estricto consigo mismo y un largo tiempo de introspección.
Finalmente el muchacho nunca perdió su temperamento deliberadamente. En un momento su padre le pidió que sacara un clavo cada vez que podía controlar su temperamento. Más tarde, el muchacho le dijo a su padre que ya había sacado todos los clavos.

Señalando a la verja, el padre dijo: “Hiciste un buen trabajo, pero mira los huecos que quedaron en la verja; la verja nunca podrá ser la misma otra vez. Las palabras que dijiste cuando perdiste tu temperamento dejaron huellas en otros, justo igual como hicieron los clavos. Es como cuando lastimas a alguien con un cuchillo; esa herida aún seguirá allí sin que interese cuantas disculpas le pidas. El mal temperamento traerá serias heridas.”
Si lo pensamos cuidadosamente, tanto los resentimientos como los conflictos se inician con palabras hirientes. Algunas disputas triviales pueden volverse en desastres por palabras malvadas. Si demostramos más compasión y usamos palabras amigables seremos capaces de apaciguar los conflictos, evitaremos herir dolorosamente a los demás y desarrollaremos un buen temperamento.

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